lunes, 20 de abril de 2009

Trastornos afectivos

Abriremos esta sección, dando unas nociones básicas de lo que entendemos por afectividad, concepto, íntimamente relacionado con el estado de ánimo, basándonos en las notas del profesor y maestro D. Carmelo Monedero.

La afectividad es entendida como la manera en que el hombre se siente afectado por los múltiples acontecimientos de su vida. Cada hombre, dependiendo de de sus intereses específicos, que a su vez le mueven a la acción, se siente afectado de distinta manera por los acontecimientos que le acaecen a lo largo de su vida; por lo tanto son esas “motivaciones” las que nos hacen sentirnos afectados de distinta forma; y esas motivaciones, no son otra cosa que los instintos biológicos de cada uno.

Podemos distinguir, por lo tanto, distintas formas de afectos, en concreto tres formas: las emociones que es la afectación brusca de una representación mental. Esa brusquedad nos lleva a un desequilibrio somático. Otra forma de afecto serían los sentimientos, son más matizados que las emociones y no conlleva a una modificación somática. Son situaciones momentáneas. Por último, tenemos los estados afectivos, que no dependen de ninguna representación o idea, y que suele calificarse como estado de ánimo, son nuestras situaciones afectivas básicas, nuestra forma peculiar de ser vivir, una forma estable de sentirse afectado.

Por lo tanto, comprender la dinámica afectiva de una persona sería comprender la estructura individual de sus intereses o tendencias.

De todo esto, podría extrapolar lo que sería una reacción vivencial anormal, que no es otra cosa que la patología de la emoción.

Citando a Jaspers, una reacción vivencial normal, sería aquella caracterizada por una respuesta adecuada al acontecimiento que la provocó. Por el contrario, las reacciones emocionales anormales se producen cuando las personas reaccionan ante un acontecimiento nimio con una gran intensidad o de una forma insólita.

Lo que parece estar de base en tales anormalidades emocionales es la personalidad previa del sujeto, por lo que esta forma anormal de reaccionar puede hacérsenos más comprensible si atendemos a las temáticas conscientes e inconscientes del propio sujeto.

Los tres grandes síntomas de la afectividad, entre otros, son la depresión, la manía y la angustia, que pasaremos a comentar ahora mismo.

DEPRESIÓN

Se conoce con el nombre de depresión un estado de tristeza excesiva. El sujeto que se encuentra deprimido está apesadumbrado, cansado, sin ganas de hacer nada,… además en este estado de incapacidad se encuentra, o más bien, se siente extremadamente triste. Normalmente, este sentimiento de inutilidad, viene acompañado por otro sentimiento de culpa, y en esta situación, la idea de suicidio viene a considerarse como una solución apropiada.

Sin embargo, hay que hacer notar que la sintomatología del depresivo es extremadamente variada. Antaño, los psiquiatras, por lo tanto, intentaron delimitar los síntomas, como ocurre con otras enfermedades somáticas, que son fundamentales para la depresión. Así consiguieron agruparlos en tres síntomas fundamentales: 1º la tristeza; 2º la manía; y 3º las ideas deliroides.

Se comprobó, más tarde, que esta división era artificial, por lo que se intentó unificar los síntomas en un criterio fundamental que describiese la depresión. Este nuevo criterio debía ser, sin lugar a dudas, la tristeza. Sin embargo, la tristeza del depresivo no es una tristeza normal, esto es, no es la tristeza que experimenta cualquier sujeto ante un acontecimiento negativo. Normalmente la tristeza del depresivo es una tristeza sin causa; lo que llevó los psiquiatras a considerarla endógena. En algunas ocasiones, la persona deprimida, cuenta cómo empezó su tristeza a través de un acontecimiento, que a las luces del observador externo, el acontecimiento es insignificante para el desarrollo de dicha sintomatología.

Es cierto, que en algunas ocasiones, el paciente narra los acontecimientos por los que se encuentra en dicha situación, y dichos acontecimientos justifican por sí mismos la tristeza sentida. En este caso no podemos considerar causas endógenas (descartamos depresión endógena); pero sí podemos calificarla como depresión reactiva.

En la infancia, no son muy frecuentes las depresiones, aunque puede darse el caso. Un niño que está deprimido se muestra pasivo, con expresión triste, además de observarse un enlentecimiento en sus funciones psicológicas. Sin embargo, en la adolescencia, la depresión suele adquirir el tono de la melancolía.

Por la edad adulta, la mayoría de las depresiones comienzan rondando la edad de los cuarenta o cincuenta años, y estas son las depresiones típicas que estamos comentando.

Por último, hay que comentar, que en la gran mayoría de los pacientes depresivos aparecen sentimientos de despersonalización; si bien esta despersonalización, es distinta a la que acontece en el esquizofrénico.

MANÍA

Los pacientes aquejados de manía, tienen un estado permanente de alegría desmesurada. Todas sus funciones psíquicas se encuentran llamativamente aceleradas. Igualmente, su estado de ánimo es eufórico y optimista, cuanto menos.

El pensamiento que les caracteriza es extraordinariamente rápido. Sus ideas no suelen acabarlas, siempre comienzan con una, cuando no la han terminado, empiezan con otra, que normalmente tampoco acaban de exponer. Su diálogo, no es un auténtico diálogo, ya que más bien, consiste en un monólogo.

Como pasaría con la depresión, se pueden distinguir tres síntomas fundamentales en la manía: 1º la alegría; 2º la excitación psicomotriz; 3º la fuga de ideas.

Una de las investigaciones que más luz ha dado al término de la manía, es la investigación psicoanalítica. Para Freud, y por lo tanto, para el psicoanálisis, la manía era el resultado de la fusión del yo con el superyo. El superyo, es la figura del padre, que naturalmente limita la actuación del yo. Con la derrocación del superyo ya no hay límite de actuación y se dedica todo el esfuerzo a sus excesos, por lo que su alegría es infinita.

Sin embargo, según las teorías de M. Klein, el superyo nace antes del complejo de Edipo, por lo que el niño puede demostrar ya una posición depresiva y/o una posición maníaca en la segunda mitad del primer año.

Siguiendo con la teoría de M. Klein, una vez que el bebe supera la etapa esquizo-paranoide, tiene que aceptar la situación de una sola madre, un solo pecho, que frusta y gratifica a la vez. Normalmente el lactante, tiende a deprimirse, como reacción normal, pero puede también, elaborar la misma situación de forma maníaca, esto es experimentar una inmensa envidia del pecho de la madre, por lo que dominado por esa envidia y agresión, a la vez, destruye la fantasía de ese pecho, y al mismo tiempo, piensa que su madre no tiene ningún pecho y que más bien, el pecho es él. Así es él mismo la sede de todos los bienes, su alegría, por tanto, infinita.

De aquí se desprende que, tanto manía como depresión van de la mano, ya que son dos formas de elaborar la relación frutada con el objeto libidinoso. La depresión era un intento de reparación del objeto, la manía es un intento de destrucción del objeto amoroso; por ello es que detrás de cada manifestación maníaca se encuentra un profundo sentimiento de culpa. Esta presencia de un trasfondo depresivo, es lo que hizo a la psiquiatría de la época pensar en la existencia de estados mixtos, entre la manía y la depresión.

Cuando el maníaco empieza a aceptar la realidad interpersonal, que como es lógico coincide con su curación, inmediatamente empiezan a aparecer tristeza y angustia. Esto es una forma más de comprobar la relación entre ambas patologías.

ANGUSTIA

El nombre de angustia hace referencia al miedo a lo desconocido. Hay dos conceptos que se suelen confundir con frecuencia, estos son la angustia y la ansiedad. En la angustia se teme algo que tiene que llegar, sin embargo en la ansiedad se teme algo actual. Mientras el angustiado espera las desgracias, el ansioso pone todos los medios realizando conductas para alcanzar el equilibrio buscado.

Normalmente, la angustia se presenta en forma de violentas crisis (cuando es así, los pacientes piensan en un peligro inminente), o bien, en un estado de ánimo estable.

Las crisis de angustia se pueden presentar en cualquier persona, tenga o no patología.

En otras ocasiones, la angustia tiene forma de un estado de ánimo. En este caso, las manifestaciones vegetativas son más larvadas, pero están en constante funcionamiento.

Cuando, el síntoma fundamental que ocurre es la angustia, solemos hablar de neurosis de angustia. Freud pensó, en un principio, que la angustia era el resultado de la represión de las funciones sexuales; sin embargo, más tarde se habló de que la angustia era más bien la causa, en vez de la consecuencia.

El análisis existencial ha hecho hincapié en la descripción de la angustia, refiriéndose a ella como la nada; esto es, lo que angustia al angustiado es la nada, ya que nuestra vida no tiene sentido en esa nada. Cuando tomas conciencia de dicho hecho es cuando uno se angustia.

Sin embargo, hay que tener claro, que esa angustia existencial es siempre un fenómeno patológico, ya que pasa de una cierta intensidad.

Una vez que se han comentado las patologías más características de los trastornos afectivos, pasamos a hablar de cómo percibimos el mundo a través de nuestros sentimientos.

Se piensa que las ideas deliroides suelen ser un reflejo del estado de ánimo especial en el que se encuentran tanto depresivos como maníacos. Dichas ideas son la verbalización adecuada de la manera en que viven su relación con el mundo.

Ya Bergson concluía que en numerosos casos, la visión que se tiene del mundo o la forma en la que dicho mundo se estructura, está en función de nuestro estado de ánimo determinado.

Después de esta breve introducción acerca del concepto de afectividad, pasamos a redactar los conceptos y clasificaciones actuales, por las que nos regimos y en general, las que aplicamos a la hora de diagnosticar posibles patologías.

La redacción de esta sección va a estar dividida en dos partes. La primera de ellas va a describir los episodios afectivos (se incluyen así, esto es, por separado, para poder diagnosticar mejor los trastornos del estado de ánimo), entre los que se incluyen, episodio depresivo mayor, episodio maníaco, episodio mixto y episodio hipomaníaco. Estos episodios no tienen códigos diagnósticos asignados, y por lo tanto, no pueden diagnosticarse, sin embargo sirven para el fundamento diagnóstico de los trastornos.

Una segunda parte en la que se describen los trastornos del estado de ánimo (trastorno depresivo mayor, trastorno distímico, trastorno bipolar I,…). Para la descripción de estos trastornos se requiere de la presencia o ausencia de los episodios descritos en la primera parte, de ahí su inclusión en este capítulo.

A su vez, los trastornos del estado de ánimo están divididos en trastornos depresivos, en trastornos bipolares y los trastornos basados en la etiología, como los trastornos debido a enfermedad médica y el trastorno del estado de ánimo inducido por sustancias.

La distinción entre los trastornos depresivos y los trastornos bipolares consiste en que los primeros no tienen historia previa de un episodio maníaco, mixto o hipomaníaco.

Ahora expondremos unos breves apuntes de cada uno de los trastornos que se describirán más tarde en mayor profundidad:

1. Trastorno depresivo mayor: se caracteriza por la presencia de uno o más episodios depresivos mayores.

2. Trastorno distímico: su principal característica es que debe haber, al menos, dos años en los que ha habido más días con estado de ánimo depresivo que sin él, acompañado de otros síntomas depresivos que no cumplen los criterios para un episodio depresivo mayor.

3. Trastorno depresivo no especificado: esta categoría está incluida para poder codificar trastornos con características depresivas atípicas y que no cumplen las condiciones para un trastorno depresivo mayor, un trastorno distímico, o bien síntomas depresivos en los que no haya una información adecuada o ésta sea contradictoria.

4. Trastorno bipolar tipo I: caracterizado por uno o más episodios maniacos o mixtos, normalmente acompañados de episodios depresivos mayores.

5. Trastorno bipolar tipo II: caracterizado por uno o más episodios depresivos mayores acompañados de, al menos, un episodio hipomaníaco.

6. Trastorno ciclotímico: debe haber al menos, dos años de periodos de síntomas hipomaníacos, sin cumplir los criterios de un episodio maníaco, y periodos de síntomas depresivos que no cumplen los criterios para un episodio depresivo mayor.

7. Trastorno bipolar no especificado: esta categoría se incluye para codificar trastornos que no cumplen todas las características para un trastorno bipolar específico.

8. Trastorno del estado de ánimo debido a enfermedad médica: es caracterizado por una prolongada alteración en el estado de ánimo, consecuencia directa de una enfermedad médica.

9. Trastorno del estado de ánimo inducido por sustancias: se caracteriza por una acusada y larga alteración del estado del ánimo, como consecuencia de la alteración por un medicamento, una droga, exposición a algún tóxico,…

10. Trastorno del estado de ánimo no especificado: esta categoría se incluye para codificar los síntomas afectivos que no cumplen los criterios para ningún trastorno de los anteriormente comentados.

Como ya se ha comentado las especificaciones de la tercera parte de este punto, tienen como finalidad mejorar la especificidad diagnóstica, servir mejor para la elección del tratamiento y mejorar con ello la predicción diagnóstica.

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