domingo, 19 de abril de 2009

Apego y conducta antisocial


Existen una serie de dimensiones positivas de la conducta parental que están íntimamente

relacionadas con el apego padres/hijos: la sensibilidad, la dulzura, la capacidad de respuesta y

la capacidad de aceptación. De hecho, la calidad del apego nos dice, de alguna manera, de

cómo un niño ha sido tratado. Así Reiss y col (1995) utilizando un protocolo controlando las

variables genéticas de la conducta han demostrado que el nivel de actitud negativa de los

padres frente al hijo predice los comportamientos antisociales, al margen de la predisposición

genética., siendo otro aspecto muy importante la confusión de límites con inversión de los

roles.


Han sido estas investigaciones las que han puesto de manifiesto que distintas anomalías en el

apego pueden estar asociadas con la etiología, con su desarrollo o con el mantenimiento de los

problemas de conducta. De hecho un gran número de conductas consideradas como

precursoras de los trastornos de conducta (las rabietas, las agresiones, las conductas de

oposición, el desafío) podrían ser estrategias de apego que intentarían llamar la atención o el

acercamiento a la figura de apego cunado éstas se encuentran insensibles a las señales del

niño.


Otro mecanismo que podría explicar los problemas de conducta estaría relacionado con la

forma en cómo se han desarrollado a lo largo del tiempo la percepción, la cognición y la

motivación. De esta forma el apego inseguro puede conducir a sesgos hostiles en la

percepción del otro, dando lugar a reacciones de agresividad de tipo reactivo. En tanto que el

apego seguro daría lugar a relaciones interpersonales basadas en la confianza.


El apego juega un rol muy importante en lo que se refiere a la regulación emocional. Esta

regulación, dependiendo del apego, puede se flexible o rígida. Fonagy y cols (1997) propone

que la seguridad en el apego permite y facilita la capacidad auto-reflexiva y la mentalización

que asegura la comprensión intuitiva de las motivaciones del otro y su predicción. Esto

protegería contra los trastornos de conducta en la medida que el adolescente es capaz de intuir

los sentimientos del otro, generando relaciones empáticas.


Estas teorías bastantes sugestivas no se han correspondido con los resultados de las distintas

investigaciones de la forma en que se esperaba, aunque si revelan resultados significativos,

aunque modestos.

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